¿Recuerdas lo
que era mirar al cielo y deleitarte con los colores que este nos ofrecía, sean
un celeste soleado, un azul con copos de algodón nublándolo para tornarse en un
anuncio de tormenta o una danza de relámpagos y estruendos? Este deleite
visual, que también podía ser apreciado en los amaneceres y atardeceres con
tonos pasteles que pintaban el cielo tal como un lienzo, es cada vez más difícil
de contemplar ya que al levantar nuestra vista nos chocamos visualmente con las
nuevas edificaciones.
La
demolición de antiguas casas, muchas de ellas rozando el centenario de
antigüedad, de un estilo arquitectónico visualmente más agradable que las cajas
sin detalles que tienden a ser los nuevos edificios habitacionales, se ha
convertido en la tendencia gracias a la fiebre inmobiliaria, la cual se ha
combinado en muchos casos con el abandono de construcciones históricas y la
desprotección de los organismos oficiales. Por otro lado, la falta de
planificación a nivel nacional, que concentra sus empleos, servicios y
oportunidades en la capital del país, produce que dicha ciudad sea un polo de
atracción que aglutina tanto a los habitantes del interior como también a los
de los países limítrofes, mientras la mayoría del vasto territorio nacional se
encuentra deshabitado o con una baja densidad de población. A su vez, el exceso
de población dentro de la ciudad capital produce el incremento de la demanda
por unidades habitacionales, lo cual alimenta el circuito de compra y demolición
de casas antiguas, para luego construir edificios en tiempo record, los cuales
carecen de calidad y diseño, al mismo tiempo que no ofrecen en muchas ocasiones
seguridad para los obreros que desempeñan distintas actividades en el mismo.
Por otra parte, alguien se ha preguntado, ¿si existe una ampliación o un
proyecto de rediseño paralelo de lo que son los servicios y la infraestructura
que alimenta a estas moles antiestéticas de cemento? La respuesta parece ser
negativa, aparentemente la red cloacal y de desagües sigue siendo del mismo
caudal que antes, por lo cual más allá de realizarse obras para evitar
inundaciones o colapsos relacionados con el exceso de lluvia, la ciudad subterránea
de ductos que evacuan los desechos (digamos orgánicos) es la misma, de esta
manera, donde antes había una casa con una familia tipo (o a lo sumo dos) que alimentaban
las cañerías, ahora habrá por lo menos entre cuatro a seis familias por piso,
teniendo en cuenta que en general cada edificio tiene entre diez y doce pisos.
Si hacemos los cálculos para esta nueva obra y luego observamos la cuadra y
vemos que por lo menos hay dos construcciones más en la misma calle, concluimos
que el colapso evidente se dará tarde o temprano, claro está, esto se producirá
si no se llevan adelante obras de ampliación de la infraestructura, pero a la
medida que marchan las cosas, creo que en algún momento entraremos en un caos
total cuando las calles estén tomadas por el mar de caca y otros desechos que saldrán
de las alcantarillas.
Mientras
tanto, la gente continua quejándose que los precios de los alquileres crecen y
siguen así alimentando la demanda habitacional, en lugar de pedir un plan de
reorganización espacial que ubique a la población flotante en las regiones menos
densamente habitadas, claro está, el proyecto debe estar acompañado con una red
de empleo, infraestructura y servicios;
pero como ya hemos visto, llevar a cabo un proyecto de cambio a largo plazo y a
mayor escala parece ser abandonado por ser complicado y difícil de implementar
por el esfuerzo que implica, de esta forma, el facilismo conduce a volcarse a
la vía fácil, colapsando las ciudades que no dan abasto con su infraestructura.
Así, el hacimiento prosigue, la incertidumbre económica lleva a que los
sectores que tienen el privilegio de ahorrar vuelquen su dinero a la
construcción inmobiliaria o en el parque automotor para tener a salvo lo poco
que han salvado, alimentando nuevamente con este consumo disfrazado de inversión
la red que deposita personas en un espacio geográfico reducido y mal provisto
para los demandantes que arriban.
Para
concluir, la ciudad verde es un ideal a que todo gobierno o administrador
quiere arribar, pero la incertidumbre causada por las crisis económicas traslada
la inversión al sector automotor y al de la construcción inmobiliaria que
inundan la ciudad que va quedando chica en su infraestructura para la demanda
de los nuevos pobladores que arriban por los empleos y servicios que dicha
ciudad ofrece. El colapso parece inminente si no se da cierta protección a los
inmuebles históricos, hecho que debería ser encarado en simultaneo con proyectos
de renovación a nivel de la infraestructura y en un plano general, un plan
geográfico para desarrollar zonas del país que tienen una baja densidad de la
población. Después de todo, poseemos un territorio extenso que parece estar
desierto, salvo por los manchones donde la población vive agolpada pretendiendo
que la caja de zapatos en la cual vive, pueda ser un hogar.
Recorriendo el barrio es sencillo toparse con una demolición y/u obra en construcción.
El Molino, a pasos de Congreso Nacional, la postal del abandono de la ciudad.